20 de septiembre de 2009

My Dear Boy (03)

III 

En el nivel subterráneo del edificio principal de Tsunku Corp…

-¡Buenas noches, Terada-sama!- decía uno de los guardias, abriéndole la puerta de entrada a los laboratorios que se extendían en la base del edificio.

Terada Mitsuo tenía el cargo de presidente de la Corporación Tsunku. Su familia había ayudado a levantar aquella empresa, y bajo su cargo, habían escalado al punto más alto en la economía del país. Y bajo la excusa de cierto proyecto de construcción de biociudades, habían ubicado el centro de su imperio empresarial en ese poblado que él se había asegurado de construir a su manera.


El proyecto de biociudades, se centraba en la creación de centros urbanos autosuficientes y libres de elementos dañinos al ambiente, y aunque realmente era una utopía para la tecnología que existe actualmente, había servido de estratagema para cubrir su proyecto más ambicioso. 

Terada se había detenido y abierto una puerta, encontrándose al jefe de su equipo de investigadores totalmente sumergido en las notas que formaban una gran montaña encima del escritorio.

-¡Buenas noches, Konno-san!- saludo lo más cordial que pudo. Ya estaba acostumbrado al carácter distraído de su mejor científico, y ciertamente, no se extraño de no ser escuchado al primer intento. –dije… ¡Buenas noches, Konno -san!- dijo con en tono más fuerte que el anterior saludo.

Konno parecía salir poco a poco de su trance, en cuanto vio a su jefe en frente de su escritorio, dio un pequeño salto, y se apresuró a levantarse y hacer una pequeña reverencia a la fuente de recursos para su investigación.

-¡Buenas noches, Terada-san! 

-¿Cómo vas con el acondicionamiento?- preguntó el presidente sin más preámbulos.

- Le he enviado un informe recientemente. Todo va según lo esperado- se apresuró a decir Konno –En unas semanas completaremos el programa 

-¿Cual es el porcentaje de falla en esta ocasión? 

-Mínima. Después de dos acondicionamientos fallidos en su mayor parte, una tercera lo hace mucho más preciso. Y como ya localizamos la fuente de los errores anteriores, no habrá problemas. No es probable que se presenten.

-Mmmm… Eso es bueno. Pero…aun no hemos recuperado la otra parte…- dijo Terada con un leve tono de preocupación.

Konno lo observó con una mirada de preocupación. Desde que esos terroristas se habían llevado el proyecto de su padre, después de haberlo matado, ella quiso hacerse cargo de la investigación. Estaba familiarizada con la mayor parte de los proyectos, así que Tsunku Corp. la dejo en el puesto de su padre. A pesar de no haber terminado aun sus estudios, nadie dudaba de su capacidad como investigador.

-En cuanto el proceso de acondicionamiento este terminado, ella la encontrará facilmente- dijo fríamente. –Y entonces regresará a nosotros. Y así, podré completar el sueño de mi padre- esto último sonó casi como un susurro, por lo que no fue captado por la otra persona en la habitación.

-Llévame con ella- exigió el presidente, adelantándose hacia la puerta de la oficina. Konno solo asintió con la cabeza y lo siguió.

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Los pequeños sollozos de la niña a su lado, la habían despertado. Al revisar la hora, se dio cuenta que no había pasado ni una hora desde que se había acostado.

En la semioscuridad de la habitación, observó el rostro acongojado de su pequeña acompañante. “Tal vez sea una pesadilla” pensó. Seguía observando a la pequeña, mientras ella se acurrucaba más a su lado. Entonces no pudo más que abrazarla, para consolarla. Unos minutos después, un semblante tranquilo invadió el rostro de la pequeña Aibon y Hitomi suspiró satisfecha.

Ya habían pasado alrededor de seis meses desde que Aibon se había añadido al grupo de Nakazawa. Si bien ella no participaba en las misiones, todos la trataban como una de los suyos, y ella había comenzado a encariñarse con todo el grupo. ¿Cómo tomará la perdida de nuestros dos compañeros? Hitomi no se imaginaba el dolor que sentiría. Más de una vez se encontró a Sousuke regalandole juguetes a la pequeña y tambien había visto a Komura jugarle bromas que Aibon había comenzado a regresarle. Suspiró ante el hecho de que posiblemente ella tendría que tomar la responsabilidad de informarle de la situación. No le gustaba ver que las personas lloraran, y menos  alguien que ella estimaba.

En un inicio, simplemente pensó en no decirle nada. Sólo que en algún momento preguntaría. Pensar en eso la entristeció de cierta manera. Aibon al igual que ella, era huérfana, por lo que consideraba a su grupo como su familia.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un pequeño murmullo sin sentido de Aibon, cuyo rostro comenzó a dibujar una pequeña sonrisa. Y así, observando ese pequeño rostro, Hitomi volvió a caer en los dominios de Morfeo.

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Matsura Aya se encontraba cruzada de brazos enfrente a su computador en el comedor de su pequeño apartamento. Leía atentamente el documento que el aparato le mostraba. Ella sabía que había algo en ese documento que no le gustaba, pero ya lo había leído tantas veces que ya estaba frustrada. Súbitamente, dio un pequeño grito de frustración y dejo caer los brazos a los costados, para después dejar caer su cabeza sobre el respaldo de la silla en la que estaba sentada, la cual se tambaleó un poco de su posición tendiendo levemente a inclinarse hacia atrás sobre sus patas traseras. Para evitar una caída, Aya apoyo los pies en el suelo. Después de unos minutos en esa posición, Aya volvió su mirada al documento y comenzó a leer por enésima vez.

Después de que el resultado fuera el mismo, decidió tomarse un descanso y se dirigió a la cocina por algo de beber. No había dado dos pasos hacia su destino cuando escuchó que alguien tocaba la puerta. Fue un pequeño ruido, demasiado leve para creerle a sus oidos a la primera. Así que espero un momento más antes de responder. No hubo una segunda llamada, pero una sensación de que alguien debía estar ahí persistió, y procedió a abrir la puerta. 

Apenas había abierto la puerta unos centímetros, cuando la persona que había llamado entró sin esperar invitación.

-¿Miki?- preguntó cerrando la puerta. Se sentía confundida, aunque sabía que no era la primera vez que esa persona entraba así y a esas horas a su apartamento. Sólo pudo suspirar resignadamente. –Estás en tu casa- dijo sarcásticamente, para después dirigirse hacia la cocina.

Miki se sentó en el sofá frente al televisor en la sala del apartamento.

Parece tan cansada” pensó Aya cuando regresó de la cocina con un vaso de agua. Pero justo cuando pensó en ir a hacerle compañía, recordó que tenía un documento que terminar. Maldijó mentalmente y se dirigió a su lugar frente a la computadora.

Miki permaneció en la misma posición por más de 20 minutos. Aya notó que esa no era un comportamiento normal en ella. Por lo regular, no pasaba más de un minuto sin tenerla casi encima de ella. Se sonrojo un poco ante ese pensamiento. Aun así, intento ignorar a su acompañante y concentrarse en lo que estaba haciendo, después de todo ya era muy tarde. 

Después de otros cinco minutos, Miki se levantó y comenzó a deshacerse de su ropa. Aya, que estaba enfrente de ella, se sorprendió y giró la mirada. Al notar por el reflejo de la ventana, que Miki ahora se dirigía hacia el baño totalmente desnuda, no pudo más que suspirar. Miki siempre la sorprendía con ese tipo de acciones, aunque ya hacía tiempo que se conocían. Después de escuchar el sonido familiar de la ducha, se tranquilizó y volvió a su trabajo. 

Pasaron otros 10 minutos, Aya se había enajenado redactando. Y cuando Miki salió de la ducha con sólo una pequeña toalla enrollada en su cuerpo, Aya se encontró sonrojándose nuevamente, y saliendo del trance preguntó un poco enfadada:

-¿Qué no me vas a dejar concentrarme?

Miki sólo se le quedo mirando un poco confundida por la repentina pregunta de Aya. Se encogió de hombros y siguió su camino hacia la cocina.

Ahora actúas inocentemente” le reclamó mentalmente.

Después de beber un poco de agua en la cocina, Miki se acercó a Aya, sentándose en la silla a su lado y apoyándose en la mesa preguntó:

-¿Te falta mucho para acabar?- el tono usado por Miki mostraba un poco de aprehensión, de solicitud. Aya sólo pudo voltear a ver a Miki un poco preocupada. Esa no era la Miki de siempre. “Algo ha pasado” pensó, y volviendo su atención al documento sólo pudo murmurar un –Espera un momento más. Ya está casi terminado- Y se apresuró a terminar su trabajo. 

Veinte minutos más pasaron. Aya al fin estaba satisfecha. Observó el reloj y tomó nota de que dormiría muy poco. Apagó la computadora y dirigió su mirada al tierno semblante de la joven dormida sobre la mesa. Miki se había dormido hace varios minutos, No quería despertarla, pero no podía dejarla durmiendo en ese lugar y con lo que llevaba puesto, seguramente cogería un fuerte resfriado y también un buen dolor de cuello en cuanto despertará. Rió levemente, y procedió a despertarla.

Continuará...

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