26 de marzo de 2010

Recuerdos furtivos



A minutos de abordar un avión. Me doy cuenta de que, cuanto más consciente soy de la distancia que pondré de por medio, los recuerdos comienzan a aparecer, uno a uno en mi mente haciendo a mi corazón vibrar con dudas y más preguntas.

¿Por qué no puedo perdonarte amándote tanto?

Sé muy bien el porqué. Simplemente, hay mentiras que se pueden perdonar, y hay otras que, por más que se intente, siempre permanecen provocando escozor en las heridas hechas, por lo que perdonarlas es casi imposible.

La amistad que nos unía debió ser más fuerte que aquel sentimiento que me llevó a ese remolino de caos y tristeza.


A aquel verano en el que te conocí, le han seguido muchos más. Rebosante de energía jugabas con los demás chiquillos, mientras yo, con mi timidez y la soledad derivada de ello, los observaba a la distancia, aparentando jugar bajo aquel árbol con un par de muñecas.

En aquel tiempo, recuerdo que estaba encandilada con tu sonrisa, con tu brillante sonrisa. Tal vez sólo porque yo quería una así, pero realmente no lo sé. No recuerdo mucho. Éramos muy pequeñas.

Después de entretenerte con todos aquellos exhaustivos juegos, siempre te acercabas al árbol bajo el cual me hallaba yo, y te recostabas en el césped, cerrando los ojos, como dormitando. Más de una vez me vi imitándote. Sólo que, yo sí me quedaba dormida, y al despertar, habías desaparecido. Esa era la señal para regresar a mi hogar.

Seré sincera. Ese lugar que yo llamaba hogar, en aquel entonces era una pesadilla. Mi madre lloraba constantemente. Y mi padre rara vez se encontraba en casa de día. En las noches, al intentar dormir, los sollozos de mi madre y gritos de mi padre eran mi canción de cuna obligada. Por eso, todos los días apenas despertar y lograr escapar de mi madre, regresaba a aquel parque y me sentaba bajo la sombra de aquel árbol que tanto te gustaba.

Un día, antes de que llegaras a jugar, un trío de niños comenzaron a molestarme. Me arrebataron mis dos muñecas favoritas y tiraron de mi cabello, haciéndome llorar. Quería correr a casa y esconderme bajo mis sábanas, como todas esas noches cuando escuchaba las disputas entre mis padres. Quería hacerlo, pero tenía miedo. Los niños seguían lanzando palabras, palabras hirientes, que ya no recuerdo, pero de las que aun mi memoria guarda la sensación de un recuerdo doloroso.

El siguiente recuerdo a ese, es una imagen de ti pateándolos, junto con tus amigos. "Este parque es mío, y si se meten con lo que hay en él, les patearé el trasero", eso fue lo que les gritaste, mientras los ahuyentaban. Lo siguiente en mi memoria, es tu rostro serio, hasta un poco enojado, diciéndome que dejara de llorar y que debía ser una niña fuerte. Creo que fue en ese momento en el que mi corazón perdió su libertad.

Seguí observándote en silencio y a la distancia, bajo la sombra de aquel frondoso árbol.

El día en el que me enteré, por los gritos insensibles de mis padres, que mi familia se desmoronaba, corrí y corrí, con lágrimas en los ojos. Tropecé un par de veces, recuerdo eso claramente, así como también recuerdo que apenas tocar el suelo, de inmediato me levantaba y seguía corriendo a pesar del dolor, hasta mi lugar acostumbrado en aquel parque.

Anochecía, pero no quería regresar a casa. Hacía frio, tenía hambre y sobretodo, me sentía sola. Pero no quería ir a casa.

Cuando ya no quedaban más lágrimas en mis ojos, y mis sollozos se habían apagado, la escuché. Una tranquila canción invadió mis sentidos, enviando un cálido sonido que me arropó aligerando el frio que sentía. Después de buscar un poco alrededor, te descubrí recostada como siempre, al otro lado del árbol.

Apenas me viste, preguntaste "¿Tienes hambre?", sin recibir respuesta alguna, extendiste tu brazo hacia mi ofreciéndome una galleta. Entonces, al ver ese gesto tuyo, caí al suelo de rodillas, y las lágrimas que creí agotadas, volviendo a inundar mi rostro.

A partir de ese día, constantemente me hacías compañía. Sentándote a mi lado me hacías platicar. Y nuestra confianza mutua fue creciendo poco a poco, y al paso de los años, nos convertimos en las mejores amigas.

Me conocías tan bien, incluso más de lo que yo lo hacía, mientras que yo no sé cuanto realmente llegué a saber de ti.

Compartimos mucho en esos años de escuela, en una ocasión hasta el novio. Recuerdo que fue tu idea, y aun no sé qué fue lo me hizo aceptar tu propuesta. Nadie salió lastimado, ya que lo que él sentía no nos importaba. Fue entretenido mientras duró. El día que rompimos esa extraña relación, cuando le dijiste fríamente que ya no lo queríamos cerca y me tomaste de la mano alejándome de aquel sitio, a pesar de que me sentí mal, sólo un poco mal por aquel chico, sentirte tan posesiva conmigo, avivó aquella flama que había estado dormida por demasiado tiempo.

Tardé en darme cuenta y me llevó mucho más darle un nombre a aquello que estaba sintiendo. Definir las cosas siempre ha sido demasiado complicado para mí. ¿Y sabes? Es difícil darte cuenta de que no eres alguien normal. Alguien como los demás. Así me sentí. Una persona rara, anormal, no digna de ti. En ese momento, no sabía lo que nos deparaba el destino.

Oculté mis sentimientos por ti en una caja de zapatos debajo de mi cama, en forma de una carta que permaneció en la oscuridad y el polvo por mucho tiempo.

El primer día de clases después de que habíamos celebrado mi 16° cumpleaños, te apartaste de mí. No fue un cambio repentino, pero ese día marcó una diferencia en nuestra amistad. Ese día conociste a alguien. Alguien que le dio un vuelco a tu vida, y ella vino a cambiar todo lo que sabía en ese momento de ti.

Comenzaste a cultivar extraños hábitos. Te saltabas las clases, pasabas las noches fuera de casa, dormías en la escuela, les mentías a tus padres. Todo por llamar la atención de aquella chica que te atrapó con un extraño conjuro llamado "amor". O al menos, es lo que me dijiste que era.

Volví a verte a la distancia, aunque la brillante sonrisa había cambiado, al igual que habías cambiado tú. Sin nada más que hacer, dibujé una línea hacia mi futuro, y concentrándome en ello, te perdí la pista por un tiempo.

Sin esperarlo o verlo venir, el día de la graduación te acercaste a mí, con aquella sonrisa pícara y galante que habías aprendido a dibujar en tu rostro. "Felicidades, Alumna No. 1", el tono no fue sarcástico, incluso pude notar una pizca de orgullo en tu voz. "Gracias", dije ofreciéndote una leve y tímida sonrisa. Sin decir más, desataste el lazo del cuello de tu uniforme y me lo pusiste en la mano, para después tomar el mío y llevártelo, sin siquiera decir adiós.

Aun ahora, no entiendo el significado de aquello. Pero por no querer atormentarme, cada vez que ha emergido ese recuerdo del montón de memorias que compartimos, lo vuelvo a dejar en el fondo de mi mente, olvidándolo por un tiempo hasta que algo o más bien alguien lo hace salir de nuevo.

Fuimos a universidades diferentes. Ya rara vez te veía. Si no fuera porque mi madre se convirtió en una buena amiga de la tuya, yo no hubiera sabido nada más de ti.

"Está estudiando arduamente en la universidad", "ha conseguido un trabajo de medio tiempo", "ha ganado un premio por su proyecto semestral", "se ha mudado por su cuenta"...

Alejé mis pensamientos de ti lo más que pude. Me concentré en mis actividades. Hice nuevas amigas. Me construí un mundo lejos de ti. Mi propio mundo, en el cual no estaba enamorada de mi mejor amiga.

Viviendo mi fantasía, un día... viniste a mí.

Cansada de escribir en la computadora, me levanté y fui hacia mi balcón. Me estiré observando la luna llena que brillaba aquella noche. Después de unos minutos fuera y antes de volver a lo que estaba haciendo, vi tu figura apoyada en la pared de enfrente. Por un momento, pensé que era mi imaginación, pero después supe que eras tú sin lugar a dudas. Al notar que te había visto, me saludaste ondeando tu mano.

Un cúmulo de emociones se precipitaron en mi interior al ver la cálida sonrisa en tu rostro. Una sonrisa que pensé había perdido. Salí corriendo de mi habitación, bajando a toda velocidad las escaleras, para salir precipitadamente a tu encuentro.

Una vez frente a ti, no pude decir ni hacer nada. "Te he extrañado." Fueron tus palabras, mientras te acercabas tocando mi frente con la tuya. Un gesto cariñoso común entre nosotras antes de que te alejaras. Recuerdo que no pude evitar sonrojarme, a lo que respondiente riendo. "Parece que no has cambiado nada", oír tu voz de nuevo, más que las palabras dichas, actuó como un catalizador, precipitando el llanto en mis ojos. Tu rostro preocupado y acongojado, mientras no sabías que hacer para detener mis lágrimas, me causó gracia y entonces, mi risa se unió a mi llanto en una extraña combinación.

Esa noche te desvelaste acompañándome mientras intentaba terminar el trabajo que debía entregar a primera hora al otro día.

Te dejaste vencer por el sueño pocos minutos antes de que yo terminara. Te vi dormir, y me pregunté de la conveniencia de dejarte en ese estado, y observando tu teléfono celular a un lado, se me ocurrió que podrías haber activado alguna alarma previniendo el quedarte dormida. Con el único objetivo de saber eso, lo tomé, y debido a no estar acostumbrada al modelo, llegué a enterarme de un par de cosas antes de ver que no había una alarma activada. La primera fue que te habían invitado a algún sitio esa noche, sitio al que evidentemente no fuiste ya que habías pasado toda la noche conmigo. La segunda, era muy posiblemente la razón del porque estabas durmiendo en mi cama y no en la tuya. Una pelea con tu novia.

Suspirando antes de comenzar a preparar mis cosas y a mi misma para ir a clases, decidí dejarte dormir.

Ese día, en la escuela, por más que intenté concentrarme, simplemente fue inútil. Te tenía en mi mente. Cada frase dicha en la conversación que mantuvimos esa noche, aparecía una a una. Y yo buscaba y buscaba en ellas, sin saber que era exactamente lo que quería encontrar.

Al termino del día, estaba más cansada de lo normal debido al desvelo, al esfuerzo derrochado en poner atención (sin lograrlo) y sobretodo, por haber sobrecalentado mi mente de ti. Al acercarme a la salida del campus, ahí estabas. Un maremoto de preguntas se movió en mi cansado cerebro, pero de nuevo me quedé en silencio.

Apenas llegar junto a ti, me saludaste con una bella sonrisa. Provocando la sensación de poder derretirme ante ella. Me invitaste a comer, "para recobrar energías", dijiste. Acepté felizmente, apartando todo mi cansancio físico y mental a un lado, muy lejos.

¿Qué puedo decir? No sabía cómo evitar que afloraran mis sentimientos estando tú tan cerca. Iluminando mi día con tu sonrisa nuevamente, brindándome aquel tierno trato, y reconfortando mi cansancio con tu presencia. No sabía cómo cegar mi corazón a ti. No lo sabía en aquel tiempo, como tampoco lo sé ahora. Ese fue y es mi principal problema.

Me vi contigo de la forma que éramos antes. Y así, el encontrarte esperándome después de clases, se convirtió en una rutina. Así como también lo hicieron las invitaciones a comer o a cenar, incluso a desayunar, cuando volviste a pasar algunas noches en mi casa viendo una película o simplemente, para platicar de todo y nada mientras intentábamos conciliar un sueño que aparentemente ninguna de las dos quería.

Fue hermoso mientras duró.

Un día, después de desvelarnos, yo trabajando y tú manteniéndome despierta, y después de haber entregado el producto de ambos esfuerzos, sin más clases que atender, regresé a casa, a mi habitación, donde te había dejado durmiendo plácidamente.

La imagen que vi me paralizó por completo.

Vi mi carta, aquella carta enterrada debajo de mi cama, en tus manos. No pude moverme para impedir que la siguieras leyendo. Sólo me mantuve en el umbral de la puerta totalmente inmóvil, pudiendo apenas mantener mi respiración inconstante.

Después de algunos silenciosos minutos sin que ninguna de las dos se moviera, giraste tu mirada hacia mí. Tu intensa mirada. Esa mirada que atrae a mi corazón como un imán lo hace con las cosas de metal.

Sentí un nudo en la garganta con las cada vez más crecientes ganas de llorar acumuladas. Pero, increíblemente pude contenerme, al menos hasta que repentinamente te acercaste a mí y me aprisionaste en un abrazo.

Estallé.

Lloré.

Mientras tú decías una y otra vez: "Lo siento."

Tampoco entendí porque te disculpabas ese día. Pero de nuevo, no pregunté.

Después de eso, fue como si fuéramos pareja, aunque no lo éramos exactamente. Empezamos a pasar aun más tiempo juntas. Mi madre y mi padrastro casi estuvieron a punto de dejarte una habitación de la casa. Me llenaste de detalles: pequeñas flores, tarjetas, fotos de las dos cubriendo mis paredes, tontos videos tuyos en mi teléfono o en mi PC, demasiadas cosas que sólo recordar en este momento, hieren y duelen.

La noche que pensé que recordaría como la más feliz de mi vida, fue el principio del final. Sólo que no me di cuenta hasta mucho después.

Mi familia había salido, estábamos solas en casa. Ya era muy tarde por la noche. Recostadas en la cama, me recuerdo con la cabeza sobre tú abdomen, entretenida jugando con mi teléfono, mientras tú hojeabas una revista y una de tus manos jugaba con mi cabello.

Aburrida de la revista la aventaste a un extremo de la habitación y te centraste en llamar mi atención. Algo que decidí hacerte difícil de conseguir. Tus intentos iban cobrando fuerza y se iban haciendo más atrevidos, por decirlo así. Un momento después, librábamos una extraña batalla de cosquillas conmigo encima de ti. Aunque no recuerdo exactamente como sucedió, nos besamos. Y después de aquel beso, siguió otro y luego otro, y otro. Lo siguiente que sentí fue tu mano acariciando mi espalda por debajo de mi ropa, mientras tu lengua comenzaba a guiar a la mía a un abrazo juguetón. Mi mente se quedó en blanco, y entonces no hubo nada que me detuviera de dejarme llevar por todas aquellas agradables sensaciones. Me perdí en tus manos y en tu cuerpo, mientras mi corazón se entregaba totalmente a ti. Te susurré cosas al oído que nunca pensé ser capaz de decirte, mientras producías vibraciones en mi cuerpo.

Pero a pesar de todo aquello, lo que más valor tuvo sucedió casi al final. Mientras me conducías al máximo punto de placer, entrecortadamente pronunciaste algo que jamás pensé oír de ti. ¿Fue eso una confesión? ¿O sólo fue un reflejo de lo que estábamos haciendo? ¿Fue tu forma de responder mis constantes jadeos y gemidos para hacerme llegar al clímax? Esas preguntas aparecieron después en mi mente, mucho después. En el momento que dijiste aquello, no lo negaré, realmente me lo creí.

"Te... a...mo"

Al día siguiente, cuando desperté, ya no estabas ahí.

Después no te vi ni supe de ti por semanas enteras. Obvio, estuve muy preocupada, pero tenía miedo de ir a buscarte. Hasta que ya no pude más y me encaminé hasta tu departamento.

Llamé a tu puerta una vez y no obtuve respuesta. Llamé una vez más, y aunque tardía, una voz que no reconocí como tuya pidió que esperara. Cinco minutos después, la puerta se abrió mostrándome un rostro que no era el tuyo.

La chica frente a mí, se me quedo mirando con una expresión de extrañeza en el rostro, era obvio que no me conocía. Pero yo no podía hablar, pues enmudecí al verla sólo media vestida... Mi mente corría en círculos rápidamente buscando una explicación lógica, algo que tranquilizará mis nervios. Pero esa explicación llegó de otro lado y no precisamente para tranquilizarme. "¿Quién es?", preguntó una voz que yo conocía demasiado bien.

No supe que hacer. Quería correr, quería huir, pero no podía moverme. Así como no podía pronunciar palabra. Sólo pude desear que aquello fuera una pesadilla. Pero ese deseo no se me cumplió.

"Pregunté... ¿Quién es?", se repitió la pregunta, y el origen de la voz apareció en mi campo visual. Tus brazos rodearon la cintura de la chica cuyo nombre desconozco. No quería mirarte, así que desvié mi vista y por lo tanto me perdí de tu expresión al verme ahí, de pie frente a tu puerta.

"¡Ah! Eres tú..." Parpadeé rápidamente llevando mi vista hacia ti, ese tono despreocupado en tu voz me sorprendió y me irritó al mismo tiempo. "¿Qué quieres?", la forma inocente en la que hiciste esa pregunta, me hizo dudar de estar en el lugar en el que creí que estaba.

Seguí sin pronunciar una sola palabra, y al parecer eso te impacientó, ya que lo que dijiste después terminó por romper mi burbuja.

"¿Es importante?... Mmm... Estoy ocupada... ¿No puedes regresar después?"

Lo siguiente fue una reacción en cadena. Mi corazón se detuvo. Mi sangre hervía. Y mi puño se apretó lanzándose en tu contra.

*Smack*

Después, sólo puedo recordar haber salido corriendo de ahí, llegar a casa, encerrarme en mi habitación y llorar, lamentarme y llorar.

Recuperarme fue difícil. Cada paso, cada día, cada momento era doloroso. Estaba emocionalmente destruida. Pero de alguna forma encontré la fuerza necesaria para entregarme a lo único que me quedaba, a aquella línea hacia el futuro en la que me había refugiado la primera vez.

Afortunada o desafortunadamente, no apareciste más. No me buscaste. No hiciste nada para arreglar lo que sea que haya sido eso.

Unos meses después, recibí una oferta para terminar la universidad en el extranjero, a donde había sido transferido mi padre. Pensé demasiado en aceptar o no aquella propuesta, pero vi una oportunidad para olvidar todo esto, alejándome de ti, así que acepté.

Hace una semana, mientras acomodaba parte de mi equipaje para el viaje. Algo que no esperaba sucedió. Apareciste en la puerta de mi habitación. Sé que me quedé mirándote, pero al mismo tiempo no dejé escapar expresión alguna de mi rostro.

"Supe que te vas a Corea." Dijiste, titubeando en continuar hablando o no, para después, antes de que yo pudiera hablar, agregar, "...y vine a ver si necesitabas ayuda para empacar..." Deje de mirarte y seguí con lo que estaba haciendo, sin dirigirte la palabra.

"Y también quería... pedirte perdón." Tu voz sonaba sincera. Admito que dudé un poco. Mi corazón volvió a jugarme en contra, pero mi mente pudo domarlo antes de poder decir algo.

"Vete por favor." No supe de donde vino esa voz, esa cruel y mecánica voz. Sólo sé que de mi boca salieron esas palabras, sin voltearte a ver siquiera.

"De verdad lo lamento..." fueron tus últimas palabras antes de marcharte. Sobra decir, que después de que te fueras, me derrumbe de nuevo.


"...pasajeros del vuelo con destino a la ciudad de Seúl, Corea del Sur, con horario de 9:45 horas, favor de presentarse en el andén 25..."



El anunció del vuelo que estaba esperando me regresa al presente. Los recuerdos pueden esperar para después, ¿verdad? Suspirando profundamente, me levanto del sitio donde estuve sentada por los últimos 40 minutos. Y tú me imitas.

"Bueno... Gracias por venir." diciendo sinceramente esas palabras, volteo hacia ti.

"No. Gracias a ti por llamarme", tu rostro dibuja una tímida sonrisa, algo que no es común. Aun ahora, no sé qué es lo que piensas. Sólo desearía dejarte claro que a pesar de lo mucho que me importas, de lo mucho que te amo, aun no puedo perdonarte.

"Bueno, me voy." Con un movimiento seguro, tomó mi maleta y una pequeña manta que me cedió mi madre para el viaje.

"Cuídate."

"Adiós." 

Sin mirar atrás, sin derramar lágrimas, me he despedido de ti.

No espero verte más adelante.

Ya no espero nada de ti.

5 comentarios:

panda dijo...

hola!

que bueno que estes de vuelta, creo ke te tomaste un largo time para publicar.

te a quedado muy bueno como siempre :D

cuidate mucho, no te pierdas tanto.

Miki IV dijo...

¡Hola, Panda!
Es genial verte por aqui.

Mmmm... creeme que he estado intentando escribir, al menos escribir algo decente, pero hasta ayer por la tarde encontré esta historia en mi mente y no me detuve hasta terminarla.

Qué bueno que te ha gustado.

Intento no distanciarme demasiado de este sitio, pero... a veces la inspiración está más lejos.

¡Muchas gracias por dejar comentario!

Vitaneko dijo...

Y aquí está el comentario prometido. Perdón por la tardanza u_u. Pero mejor tarde que nunca, ¿no? X3
Te lo dije el otro día, pero te lo repito hoy: Me gustaaaa *w*b Se me hizo triste, tierno, y de todo. Drama, drama, drama QwQ Con mi estado de ánimo actual tengo muchas ganas de drama x3 Así que tu lindo escrito calmó algo mi ansias.
Me gusta la forma en la que está estructurada la historia. Primero presente, luego salto al pasado, y desde ahí a cómo se llegó a la situación. Es un recurso que si se utiliza bien, hace que uno se intrigue y quiera saber cómo llegó ahí. Si se hace mal solo consigues un feo spoiler XD En mi opinión el tuyo quedo perfect *w*b Conseguiste sorprenderme y todo porque no esperaba que la otra chica estuviera ahí esperando con ella.
Por otro lado *-* la forma de escribir que tienes no se hace pesada de seguir, sino al contrario. Y me resulta bien fácil imaginarme toda la escena :3 A veces los escritos están muy cargados o se hacen confusos T-T No es el caso aquí *w*b Creo que había un párrafo o así que me pareció que se hacía repetitivo con una palabra, pero fue caso puntual, del resto no tengo quejas *w*
Y pues o_o por alguna razón me gustó el hecho de que no se explicara el comportamiento de la otra muchacha. En todo caso, queda a lo que tú quieras imaginar. Aunque te deja intrigada, eso sí XD Es raro <_< O sea, me habría gustado explicación, pero por otro lado creo que es así como debe ser <_<. Supongo que así puedes meterte más en la piel de la chica que cuanta la historia, porque realmente ella tampoco llegó a entender qué pasó.
Y no sé, me gustó. Me repito pero no me importa. Me gustó mucho. Me gustó cómo acabó. Me gustó que sea drama, que acabe mal XD Quizá es porque me resulta más realista así. O quizá porque también hay que tener en cuenta que antes de llegar a un final feliz, te topas con muchos finales como éste x3
En todo caso, gracias por escribir *_* Acosaré todos los escritos que pueda tuyos por aquí. Daisuki Miki *w*

Miki IV dijo...

T^T Vitaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! x3
¡¡¡Gracias por comentar!!!! *-*
Me alegré mucho cuando dijiste que te había gustado. <_< en mi opinión es demasiado drama xD pero ultimente no puedo escribir otra cosa T-T... x3

["Supongo que así puedes meterte más en la piel de la chica que cuanta la historia, porque realmente ella tampoco llegó a entender qué pasó."]
Exactamente, muy pocas veces podemos saber que hizo a las otras personas actuar como lo hicieron o lo hacen. Eso es frustrante, desesperante y definitivemente puede llegar a hartar >_<
Y tal vez, lo peor de todo, es que debemos seguir adelante sin llegar a saber nada *insertar suspiro*

["Me gustó que sea drama, que acabe mal XD"]
>_<!!! Vita *hug*

["Acosaré todos los escritos que pueda tuyos por aquí"]
*-* será genial saber que opinas de los otros. Los primeros son más lindos y cursis LoL
Y ojala pueda convertirte en fan Ishiyoshi \*0*/

De nuevo gracias por comentar *-*
Daisuki Vita *-*

Unknown dijo...

Rayos casi me haces llorar, muy bueno 👍

Publicar un comentario

 
Copyright 2009 Delirios Erráticos. Powered by Blogger Blogger Templates creado por Deluxe Templates. WP por Masterplan