03). Captura
Aquí. En la distancia. Lejos de tus ojos, de tu mirada, considero que estas a salvo de mi.
Aun me pregunto por qué no he dejado de perseguirte. Aun sigo pensando que es mejor dejar que te alejes de mí.
Aquí. En la distancia. Lejos de tus ojos, de tu mirada, considero que estas a salvo de mi.
Aun me pregunto por qué no he dejado de perseguirte. Aun sigo pensando que es mejor dejar que te alejes de mí.
“¡Es lo mejor! Es lo mejor…”. Es lo que me repito una y otra vez, tratando de obtener la suficiente voluntad para dejar de perseguirte y alejarme definitivamente. Hasta ahora, como bien sabes, no he tenido éxito.
Quiero huir de esa cosa que me ha sido predestinada. Quiero que tú me ayudes a huir de mi destino. Pero… a pesar de todo y de lo mucho que lo intente, sé que es imposible. Es imposible que te siga manteniendo más tiempo conmigo ahora que ya sabes parte de lo que soy.
"¿Soy un monstruo para ti? ¿Tan atroz te parezco? ¿Tanto es lo que me temes? "Huyes todos los días. Corres por las calles lo más rápido y lo más lejos que puedes, aun a pesar de todos los peligros y las condiciones del clima.
Hoy, el clima es caprichoso. No hay mucho viento, pero la humedad en el aire ha disminuido la temperatura. Hace frio, un frio que aun yo, con toda esta ropa encima y con este maldito don, puedo percibir.
"¿Acaso es mi destino perseguirte por siempre? ¿O es que tengo que dejarte ir? "Tal vez, mi destino no esté contigo.
"¿Desde cuándo me preocupo tanto por el destino?" Realmente no lo recuerdo. He olvidado tantas cosas, y he intentado olvidar otras más, que sólo recordarlas resultan irrelevantes y hasta cierto punto, dolorosas; pero… sé que a este destino que me mantiene tras de ti, a este destino que me hizo lo que soy, a este destino que me atormenta, a este destino en el que te he sumergido… definitivamente lo odio. Y aun así… lo amo, por llevarme hasta ti…
No recuerdo cuando fue que todo esto empezó. Mi memoria ha olvidado el momento en que toda mi vida dio un giro completamente. Da lo mismo si han sido 10 o 100 años, esta maldición que yace conmigo ha marcado mi vida. Este regalo es una total maldición. Una maldición disfrazada de bendición que fue mi herencia por haber sido amada por esa persona.
Las palabras que me sedujeron en aquel momento, han quedado en el pasado. En un pasado que no puedo, ni quiero recordar. Sólo sé que esa persona, con aquellas palabras me atrajo a un mundo oscuro y sin sentido en el que sobreviví totalmente sola… hasta que llegaste tú.
Quisiera olvidar que te conocí. Quisiera que ambas olvidáramos aquel encuentro. Un encuentro imprevisto, inesperado, pero sobretodo, mágico. Magia es lo que ocurrió en ese momento cuando mis ojos se cruzaron contigo. La magia de encontrar un alma parecida a la mía. La magia que inmediatamente vinculó tu presencia con la mía. Esa magia que no te deja ir de mis pensamientos. Esa magia que quiero llamar amor.
Pero no hablaré del presente, al menos no por ahora. El pasado es más interesante en este momento. En el pasado se encuentra el origen de lo que soy. El recuerdo lejano de que fui una persona normal.
Vagando en las calles pase mi infancia. Sin padres, hermanos o familiares. Simplemente, era una pequeña niña vagando por las calles de aquella ciudad de la que no recuerdo ni el nombre, ni mucho menos la ubicación. He perdido ese pasado, aunque no es que quiera recordarlo. Suficiente tengo con este pasado que ahora me acompaña. Un pasado más atroz que aquel que he olvidado.
Vagar y mendigar, esa fue mi niñez. No estaba destinada a vivir una vida larga. La época en la que me tocó nacer, no lo ameritaba. El hambre y la pobreza lo cubrían todo, haciendo que las personas olvidaran ser humanos, y olvidaran que alguna vez los adultos fueron niños y que los niños se convertirían en adultos.
Hambre, sed, frío… esas eran mis preocupaciones diarias, necesidades que intentaba cubrir con mi escasa experiencia y nula sabiduría, ¿qué se podía esperar de una niña de 10 años? Sobrevivir era un milagro diario.
Una noche vagando en busca de un lugar adecuado para descansar sin sufrir de demasiado frio, esa persona me encontró. Sus ojos eran fríos y duros como rocas, su mirada me paralizó completamente. Aun ahora, no entiendo muchas cosas, pero recordar aquellos ojos me provoca una profunda tristeza y melancolía. Tal vez al igual que yo ahora, aquella persona quería ser salvada de su destino. Tal vez esa es la razón de que me llevará consigo y me cuidará en esos años en las que era una indefensa niña.
Después de ese encuentro, deje de preocuparme por muchas cosas. Me convertí en una persona traviesa, vigorosa, y hasta encantadora según decían algunos. Volví a ser niño para después convertirme en una joven y finalmente en un adulto. Compartí momentos felices y alegres, así como tristes y desesperantes con esa persona. En algún momento comencé a amarla y hasta a idolatrarla. Me cegué a todas esas cosas extrañas que sucedían a mi alrededor, sólo me aseguraba de complacer hasta en lo más mínimo a esa persona. Ella me dio una vida como tal, me lleno de regalos, de atenciones y sobre todo, me hizo sentir amada.
Cuando llegué a los 21 años, todo cambió. Ella me mostró su realidad. Ella rompió la burbuja en la que habitaba. Sin embargo, a diferencia de ti, yo no intenté huir. No, yo no le podía hacer eso mientras con lágrimas en los ojos me mostraba su cruel destino. Sin necesidad de palabras, entendí que ese “ritual” era necesario para que ella continuara con vida. Sus ojos y el ambiente que había en ese momento me hicieron entenderlo. Ese silencio que inundó aquella habitación en aquel momento, jamás se me ha podido olvidar, por más que lo intenté e intenté, recordarlo es inevitable.
A partir de ese día, ella, mi creadora se convirtió en algo más para mí. Un cariño aun mayor empezó a desarrollarse, claro que no tan intenso como este que siento por ti, pero en ese momento, era lo más fuerte que había sentido.
Recorrimos juntas muchas noches por las calles de la ciudad, por los senderos de bosques, por las arrugas de las sábanas en nuestra cama. Realmente, fue una buena época, salvo por la única cosa que me atormentaba.
Una noche cada cierto tiempo, ella insistía en que la acompañara en su “cacería”. Yo me negaba, no era algo agradable de presenciar. Era un momento sádico, cruel, demasiado crudo para mí. Sin embargo, no podía decir “no” con demasiada voluntad. A decir verdad, ella me tenía doblegada de una manera que yo desconocía. De alguna forma hacía que mi dependencia hacia ella creciera día con día, a fin de cuentas yo sólo la tenía a ella y ella a mí, o es lo que quería creer. Esa dependencia mutua, dependencia a sus palabras de amor, a su cariño, a sus caricias, era una dependencia demasiado fuerte.
Al final, siempre terminaba acompañándola, y a veces hasta me obligaba a tomar parte en su “ritual”. Ahora entiendo el propósito de aquello. El propósito que me ocultó sin ningún remordimiento fue el de prepararme para lo que vendría. ¡Era su forma de entrenarme! Fui una buena alumna, no lo voy a ocultar, pero aun así ¡no me gustaba hacerlo! Quitarle la vida a otra persona no se justifica por nada, es en lo que creía firmemente. Y aun así, terminaba haciéndolo y sigo haciéndolo hoy todavía.
Durante aquellas noches era siempre la misma rutina. Buscar a alguien y cazarlo lentamente y sin dolor. Acorralamos, inmovilizamos y ejecutamos… y después venía el baño de sangre.
Te debiste hacer muchas preguntas cuando me observaste aquella noche. Pero sé que tenías miedo de preguntar y nunca lo hiciste. A pesar de que te atrapaba y te llevaba conmigo de vuelta a casa, nunca preguntaste. Y eso es lo que más duele, pues no tengo el valor de decírtelo claramente, de frente. No tengo el valor suficiente para justificar mis acciones diciendo que son necesarias para que mi existencia sea posible. No tengo el valor si no preguntas primero.
Yo tampoco preguntaba nada. Sólo seguía instrucciones, sólo intentaba complacerla.
Una noche nos cazaron a nosotras. Fue inesperado. Recuerdo que ya habíamos planeado desaparecer de aquella ciudad, ya había sido demasiado tiempo en un mismo sitio. Demasiado tiempo cometiendo aquel crimen en un mismo sitio. Y cuando eso pasa, la gente sospechara, ¿no lo crees?.
Nos persiguieron, nos acorralaron, y finalmente, la hirieron de muerte. Yo lo presencié todo. Vi su expresión de dolor, cuando su cuerpo fue atravesado, y aun así, vi como me tomó consigo y huimos de nuestros perseguidores. Ella era tan fuerte, ella realmente era indomable. No dejo que nos atraparan. Me protegió lo más que pudo. Puedo decir que ella evitó que me rozaran siquiera. Ella era muy fuerte y yo sólo era un estorbo en ese momento. Ella murió por mí. Ella sacrificó su vida por mí, y al mismo tiempo me arrebató mi normalidad dándome este regalo maldito.
Me dio su relativa inmortalidad, me dio su destino, me dio su maldición. Ese fue mi último regalo acompañado por el último beso que compartimos.
-Busca a alguien que pueda romper esta maldición. Es la única forma en la que podrás ser feliz-
Esas fueron sus últimas palabras dejadas dentro de mi mente. La cereza del pastel, se podría decir. Tengo la certeza de que ella creyó que yo sería la persona que podría romper con su maldición, y aunque no sucedió como ella esperaba, de alguna forma creo que alivié su existencia un poco. Creo eso por la forma en la que me sonreía, y porque yaciendo a su lado después de una intensa noche ella aun tenía fuerzas para abrazarme y susurrarme palabras de amor al oído.
Esta maldición que llevo conmigo, es el precio por todas aquellas noches que compartí con ella, por todo el cariño que me dio y sobre todo, por salvar mi vida y mi propia existencia hace tantos años cuando aún era una niña.
No la culpó por dejarme este legado. No pude romper su maldición, no pude hacer eso por ella, así que es lo que merezco.
Después de haber huido de aquella ciudad en la que pereció mi creadora, la soledad me invadió. No me sentía merecedora de compañía humana. No me sentía a gusto entre las personas “normales”. Así que, sólo cuando era necesario cazar era cuando me acercaba a ellas. También no pasaba demasiado tiempo en un lugar. Me fui haciendo desconfiada, huraña y una fama de noble excéntrica se fue formando a mí alrededor.
Honestamente, esta soledad en la que me sumergí era mi respuesta a sus últimas palabras. Y es que yo no podía hacer lo mismo que ella. No podía soportar la idea de buscar mi salvación causando que esta maldición cayera sobre otra persona. No podía concebir esa decisión. Así que me exilié yo misma, si alguien debía sufrir, esa era yo y no iba a provocar esto en nadie más. Esa fue mi decisión.
Sin embargo, este maldito destino que me persigue me tenía preparado un encuentro inesperado.
Esa noche estaba de cacería. Buscando una buena presa, llegué hasta aquella fiesta. Y ahí, te encontré. Me acerqué. Hablé contigo. Te encontré maravillosa, hermosa, agradable. Ahí, en ese lugar, yo fui una presa fácil…y tú, mi cazadora.
Después de ese primer encuentro, mi mente decía que no era justo para ti que yo entrará en tu vida. No era justo que el monstruo que habita en mi se te acercará. No volví a aparecer frente a ti por mucho tiempo. Sólo te observaba en la distancia, justo como ahora.
Te vi sonreí y también, te vi llorar. Gracias a esta maldición, enterarme de todo lo que te sucedía era relativamente fácil. Me enteré de tu sufrimiento, y también sabía que me buscabas. ¡Quería salvarte! Quería ayudarte… tal como ella me ayudó a mí. Pero tenía miedo, mucho miedo. Miedo de provocar algo aun más terrible en tu vida. Miedo de hacerte lo que me hicieron. Pero tus constantes lágrimas hicieron que me arriesgara.
Te llevé conmigo. Te aparté de tu familia. E hice que te quedarás conmigo.
"¿Fuiste feliz como lo fui yo? ¿Fueron sinceras todas aquellas sonrisas que me brindabas?" Miles de preguntas me atormentaban y me siguen atormentando. Pero he decidido que si quieres huir, dejaré que lo hagas… sólo necesito escucharlo de tus labios.
No sé si creo en aquellas palabras que me legó mi creadora. No sé a qué se refería con esa frase. No sé porque si me quería tanto como decía me legó su maldición. No la culpo, pero esta parte incomprensible me hace sufrir. “Fujimoto-san, ¿Qué significan aquellas palabras?”.
Mi mirada esta en el cielo ahora, observando aquellas estrellas que seguramente tú no puedes visualizar. Unas lágrimas escapan de mis ojos. Las siento caer resbalando por mi rostro. Son unas lágrimas cálidas. Mi corazón es cálido ahora gracias a ti. Es hora de dejarte ir…
“¡Vamos! Rompe mi corazón y serás libre. Lo único que deseo es que seas feliz".
Continuará...
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